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domingo, junio 08, 2008

Fábula del periodista y la rata

Cuentan que hace mucho tiempo había un periodista buscando en los bajos fondos de la ciudad material para su periódico. Estaba tirado en el suelo, recogiendo servilletas por si alguien había escrito algo, de pronto vio una rata.

- Bonita rata, rata bonita, miz, miz ¿me acompañarías mañana a la oficina para que te entreviste?

- ¿Hay queso? - preguntó con descaro.

- No, pero te puedo dejar oler mis pies.

- De acuerdo, a qué hora tengo que estar allí.

- Verás, si no tienes nada que hacer ahora me gustaría charlar contigo para preparar la entrevista.

- A ver, tío, que sólo soy una rata.

- Sí y yo sólo un periodista ratero que publica en un diario regional de una comunidad uniprovincial que debe escribir algo.

Estuvieron toda la noche en un portal, sentadicos. El periodista tuvo la feliz idea de inventarse que esa rata pueblerina había habitado en Hamelin. No fue fácil convencer a la rata para que contase al día siguiente su historia (los cuentos de las ratas no son los mismos que los de los humanos), nunca había oído nada del supuesto flautista.

Llegada la mañana siguiente, de camino a la redacción del periódico (del que no voy a decir el nombre) se asearon un poco en una fuente de latón que les pillaba de paso.

Todo iba bien, el periodista en la mesa y la rata haciéndose colega del ratón Logitech que había por ahí encima. Fue a este ratón a quien la rata le juró, mirándole de soslayo que juraba decir La Verdad, toda La Verdad, y nada más que La verdad. El ratón no le hizo ni caso, estaba a su bola.

El punto álgido de la historia comienza cuando una periodista hizo su entrada en la oficina. Todos conocéis cómo debe reaccionar una mujer ante una rata, así que no entraré en detalles.

El reportaje nunca llegó a su fin pero mientras la rata intentaba huir y esquivar los golpes se le quedó una pata atascada entre dos letras del teclado. La lucha por liberarse y por intentar evitar que el bolso de la periodista le lastimase le hacía apoyarse sobre otras teclas en su intento desesperado de huída. Recibió sólo un par de golpes, consiguió escabullirse finalmente gracias al impulso que tomó en el último salto desde la tecla intro, que hacía de trampolín.

Es por eso que la presencia de la rata quedó registrada, publicó la noticia con algo que obviamente, una rata sin educación luchando por su vida desconocía: la ortografía.

La excusa del periodista fue que había sido la rata. ¿Qué pasa en Murcia? El afan de los murcianos por el ahorro lingüístico llegó a crear una nueva palabra: ES LA RATA > ELARRATA (la s intervocálica cae) > EAHRRATA > ERRATA.

Cuando alguien no sabe escribir le echa la culpa a la rata.


Yo creo en la RAE, en los correctores de estilo, en los correctores ortográficos, en los FILÓLOGOS y en este caso hasta en el corrector del Word, ¡qué ya es decir! Pero siempre, siempre, siempre desconfío de un peridista.

Observad la joya que me he encontrado hoy en el diario La Verdad -de Murcia, of course-. Aunque me indigne, me invente fábulas o cuentos (¡no nombréis a la bicha!), nadie me compensará por el daño a mi educación, ni me devolverá el dinero que he tirado esta mañana. Porque eso, señores, no sirve ni para liar pescado.

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